Frecuentemente me preguntan amigos y conocidos cuando les planteo que el psicoanálisis no es una psicoterapia más de las tantas que ofrece la psicología, entonces qué es.
Suelo responder, es una posición ética, epistémica y lógica y en esas direcciones se perfilan desde mi punto de vista las diferencias más sustantivas que hacen de una terapia psicoanalítica algo tan diferente de cualquier otra psicoterapia.
Como posición ética la terapia psicoanalítica devuelve la responsabilidad al sujeto, y le hace poner en el centro de su malestar y su queja la implicación propia, la elección y sostén de una posición de la que se queja pero a la que no quiere renunciar, de ahí la persistencia del síntoma, de ahí lo placentero de ciertos dolores.
Freud inauguró una clínica donde reconocer el estatuto del inconsciente no significó eximir al sujeto de su implicación en la cura y marcó las fronteras con cualquier tipo de ayuda que ponga la causa de los problemas psicológicos en bases biológicas, genéticas, socioculturales o de otro tipo.
Por eso la terapia psicoanalítica implica una asunción de responsabilidad por parte de quien pide ayuda y no en el plano de la conciencia y la voluntad, pues la culpa y otras formaciones del afecto se encargan de hacer sentir algo de este orden al sujeto.
Es una asunción de responsabilidad por implicación, establecida a través de la rectificación subjetiva que opera el espacio analítico y a partir del cual, la "persona" deja de quejarse del mundo para hacerse una pregunta sobre que tiene que ver ella en todo ese "desorden".
Aquí se enlaza el estatuto ético con el epistémico y de una pregunta relativa al hacer, el sujeto pasa al "quiero saber", reconociendo en su decir un mas allá, un saber que no sabe.
En esta juntura ético epistémica se juega también una inversión para quien esta en posición de escucha y que marca otra de las diferencias entre psicoanálisis y demás terapias.
El analista es un impostor, como todos los que intentamos ayudar, y aunque suene mal es la estructura de la subjetividad humana quien da la razón sobre ello. Impostores por hacer semblante de un saber, técnico profesional, científico sobre como aliviar el malestar, sobre todo en lo que concierne al otro, a su sufrimiento.
Los terapeutas dan consejos, recomiendan ejercicios, entrenan habilidades, fortalecen la autoestima.
Sin embargo el saber en juego en la raíz del sufrimiento esta en quien viene a pedir ayuda y solo podemos ayudarle a que lo encuentre solo.
Entonces aunque el psicoanálisis es otra impostura, tal vez es la única en operar una subversión ética, lo reconoce y trabaja desde ella para hacer posible ese camino, reconociendo como final de su trabajo precisamente la caída del analista de esa posición de saber que en el inicio le confirió quien vino a pedir ayuda.
Los demás continúan valiéndose del poder de esa farsa que Freud y muchos más definieron como la sugestión, que a veces funciona y otras no.
Por último el psicoanálisis se juega en un tiempo distinto al del resto de las terapias, un tiempo que Jacques Lacan denominó lógico en consonancia con las propiedades del dispositivo y sus efectos.
La sesión del psicoanálisis puede ser variable, no todos los analistas trabajan así. Y es variable en función de que el tiempo de nuestra subjetividad no reconoce relojes, se marca en instantes delimitados por empujes, fracturas, encuentros, en el decir, en el silencio, en la mirada del otro o en su ausencia.
El instante de ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir rigen una secuencia einsteniana, relativa y particular del uno por uno y los efectos de una clínica regida de esta manera son totalmente distintos a los de cualquier otra, pero para sentirlos tal vez se necesita la experiencia.
Toda una revolución en el campo clínico: tiempo lógico vs tiempo cronológico.
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